A Enrique Foffani
Si bien estaba orgullo de guiarlo con su bastón en mi mano, no estaba seguro de que en el otro extremo fuera él. De todas maneras, en esa oscuridad tan pesada, –tan densa que tenía que empujar para penetrarla y abrir camino–, quería oír su voz y asegurarme de la identidad del personaje para validar la importancia de mi misión.
Dije:
–Borges, está tan oscuro que no veo nada. Pero no se preocupe, lo llevaré a destino.
–No me preocupo, desde hace siglos que los ciegos conducen a los ciegos y todavía no encontraron el abismo. Pero intuyo que estamos cerca. Con mi olfato agudizado ya siento los vapores pestíferos.
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